En marzo de 2022, la inflación estaba disparada. Solo había pasado un mes del inicio de la guerra en Ucrania y el Índice de Precios de Consumo (IPC) rozaba el 10%, el máximo en casi 40 años. En ese momento, el Gobierno de coalición aprobó una medida que, hasta entonces, parecía un anatema: puso un límite a la subida de los alquileres y despertó las acusaciones de que se estaba interviniendo donde solo deberían mandar las leyes del libre mercado.