Una vidriera de Chagall, una pequeña sección del muro de Berlín, una "kiswa" -manto que cubre la Caaba de La Meca- o un mosaico romano de hace 1.700 años, son algunas de las obras, regalos y pequeños tesoros que esconden los pasillos de Naciones Unidas en Nueva York.
Son los mismos pasillos por los que estos días cientos de diplomáticos, jefes de Estado y de Gobierno, pululan cargados de papeles y de intenciones coincidiendo con la celebración de la 74 sesión de la Asamblea General.
El emblemático revólver con el cañón anudado, obra del artista sueco Carls Frederik Reuterswärd da la bienvenida a los visitantes en la entrada de la sede de Naciones Unidas con un poderoso mensaje contra la guerra.
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