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Mario Casas: “Entiendo que haya prejuicios hacia mí, pero no acepto las faltas de respeto”
Da igual que además de éxitos taquilleros como Fuga de cerebros o Tres metros sobre el cielo Casas haya rodado títulos como El camino de los ingleses, Las brujas de Zugarramurdi o No matarás —por la que ganó el Goya— o incluso debutado como director. Es como si siempre tuviera la necesidad de justificarse. De demostrar que es un actor 'serio'.

Por suerte él lo sigue haciendo. Ahora con, de nuevo, su mejor papel hasta la fecha, el que le ha regalado Gerard Oms en su debut en la dirección, Muy lejos (ya en salas de cine). Hay en este personaje, que cuenta la historia de aceptación de la identidad sexual vivida por el propio director, mucho trabajo de contención. De construir desde el silencio. Pero también un trabajo físico, como si ese macho que se derrumba para mostrar su verdadera identidad también lo hiciera destensando su cuerpo.

Para ello Mario Casas ha estudiado baile contemporáneo. Es lo que le recomendó Oms, y a él le hace caso siempre. Desde que se convirtiera en su acting coach (entrenador para sus interpretaciones) en No matarás no le ha soltado de la mano. Por eso, cuando hace mucho le dijo que quería contar una historia no se lo pensó. Le dio la mano y le dijo que lo haría fuese lo que fuese. El resultado es que Casas ya ha ganado la Biznaga al Mejor actor en el Festival de Málaga y Oms ha demostrado que tiene muchas cosas que contar.

Cuando ganó el Goya se lo dedicó a Gerard Oms y dijo que le había cambiado como actor ¿en qué sentido?

Empecé hace seis años a trabajar con un acting coach, a preparar los personajes, a llevar una propuesta al director. En muchas pelis ha estado Gerard Oms conmigo. Ha podido estar mano a mano dentro del set, y eso hace que constantemente estés trabajando con tu profesor. Que estés constantemente trabajando en la interpretación. Él me dice, como ha pasado con Muy lejos, “haz baile contemporáneo, prepárate que creo que le va a venir bien al personaje por un tema corporal”. Es tener un profesor y estar entrenando. Es como cuando vas al gimnasio. En mi caso, yo entreno cada personaje. 

¿Y cómo se lleva un acting coach con el director?

Siempre que Gerard lo ha sido ha estado muy bien, pero tiene que haber un previo. Hay directores que no quieren, pero el director y el acting coach se tienen que conocer, que se vean en los ensayos… Gerard no es alguien invasivo, digamos que lo que él hace es que los actores mantengamos el motor en ralentí mientras el director está contestando mil preguntas o está con otras cosas técnicas. Pero cuando ven que el acting coach no es una persona que va a tocar su trabajo o su ego… que es normal y más en los directores, que muchos tendrán su ego, como tiene cualquiera. Yo intento luchar siempre para que entre una figura que nos cuide en la interpretación.

Es una historia muy personal para Gerard Oms, su historia, ¿qué pensó cuándo leyó el guion?

Cuando Gerard empieza a escribir yo ya sé el cine que le gusta, el de los Dardenne, que los tiene como referencia. Sabía por dónde iban a ir los tiros. Yo soy de los últimos en leer el guion. Yo llego a los ensayos casi sin haber aún leído el guion. Lo habían leído en mis hermanos, lo había leído mi gente y yo había aceptado. Confiaba en él y me había ido contando un poco la historia por encima. Un día antes de los ensayos él se vino a mi casa y me lo quería leer en voz alta. Y ahí ya me enamoro. Me enamoro del personaje, me enamoro de lo que cuenta, me enamoro de cómo quiere contar esa historia que fue suya, personal, que él vivió, que hizo ese viaje a Utrecht en ese 2008, en esa crisis, un viaje al descubrimiento personal y a la aceptación sobre todo de la identidad, en este caso sexual. Me pareció un viaje precioso.

La película habla de esa identidad sexual, de la aceptación. En la película son los años de la crisis, pero ¿erais conscientes de lo mucho que hablaba del presente también?

No. Es verdad que si tú quitas que es el 2008, que no ves móviles ni redes sociales y demás, lo que vas a ver en la película está muy cerca del presente. Pero Gerard no quiso hacer una crítica, solo contar su historia. Su viaje personal.

Pero es verdad que en Málaga veías a mucha gente que se sentía reflejada y representada con esta historia. ¿Piensa que esta película puede ser un referente para la gente?, ¿supone eso una responsabilidad?

Una responsabilidad no. Yo he interpretado un personaje lo mejor que he podido, con el mayor compromiso. Pero para Gerard es su historia. Él dice muchas veces que ojalá él hubiera tenido más referentes queer, que ojalá hubiese visto un trabajo así. A él se le ha acercado ya algún chaval, en este caso más joven, hablando sobre la temática de la peli diciéndole que le ha ayudado a ver, a empatizar. Al final el cine es esto, es llegar a la gente, que la gente se emocione, que sienta un reflejo de alguna manera. Si hay gente que se siente identificada, es un regalo.

Otro de los asuntos que habla la película es la masculinidad, ¿le interesa el tema, el cómo nos han dicho que debemos ser hombres en esta sociedad?

Eso es lo único que no tiene que ver con el viaje personal de Gerard, pero él quería colocar al personaje de una forma muy visual, marcar esa masculinidad, acompañado por una tribu. Y eso lo daba el fútbol. Y eso hace que después cuando vira a otro lugar, impacte más al público. Al final vuelvo a lo mismo. No juzgamos en ningún momento nada. Ni a él tampoco.

¿Se ha revisado como hombre en estos años?

Sí, sí, claro. Las cosas por suerte han cambiado. Bastantes cosas siguen cambiando. Había otra educación, o la que yo he recibido. No te hablo de una educación familiar, sino de una educación social también. 

¿En los guiones nota ese cambió?

Bueno, en su día hice Mentiras y gordas, que era un personaje muy bonito, muy bien tratado, con una sutileza y con una sensibilidad. Lo recuerdo con mucho cariño. Pero creo que se nota bastante menos en los personajes el tema de esta masculinidad.

Ha mencionado Mentiras y gordas. Yo trabajaba en un cine y recuerdo a las y los adolescentes gritando a la pantalla. ¿Cómo vivió una explosión de fama tan grande?

Todavía hoy en día lo sigo intentando entender y convivir con ello. Tengo 38 años, voy para 39, y eso sigue y te sigue pareciendo raro que la gente te pare, que te graben. Al final no he nacido con eso. Empezó todo esto después de Tres metros sobre el cielo y sigo de alguna manera aceptando y entendiendo eso. Además, yo crezco sin redes sociales. Soy de otra generación. Y desde hace unos años para acá todo está volcado mucho más en las redes sociales. Todo crece mucho más. Entonces también he tenido que aprender a meterme y entender ese mundo que para mí es bueno. Pero tengo que decir que lo llevo muy bien. Cuando era más chaval, hay momentos que sufres, eres más inconsciente, no te conoces tanto. Yo veo que mucho público ha crecido conmigo, que tienen una opinión, que son objetivos, que las plataformas también han hecho que puedan ver más trabajos, y noto cada vez mucho más respeto. Noto que me voy haciendo más mayor y que me apoyan. 

¿En algún momento se ha sentido sobrepasado?

Sí. Mi hermana que me ha acompañado, veníamos ahora hablando en el coche de eso. Sigue estando a la orden del día en mi vida. Yo vengo de hacer una cosa ahora en Argentina y en Chile y hemos flipado. Todo viene de personajes como el de Tres metros, que imagino que la está volviendo a ver gente joven en plataformas. Y mi hermana me decía que no sabe cómo consigo mantener la cabeza fría y no despistarme o bloquearme. Yo creo que uno se acostumbra. Y es que yo estoy muy feliz con esta peli. Tengo un amigo que está estrenando una película que lleva cinco años sacando, que la ha escrito y que es parte de mi familia. 

La gente que empezáis tan joven, ¿no hay mucho riesgo, con tanto éxito, dinero, fama, de convertirse en idiotas?, ¿lo ha pensado alguna vez, que podía haber estado a punto de pasarle?

Lo sigo pensando. Sigo pensando: “No te vuelvas idiota, no se te ocurra volverte idiota”. Mi madre me dice, cuando te piden una foto, una sonrisa siempre. Y son muchas fotos. Y muchos días. Y a lo mejor no estás bien. Y ahí lo pienso: “No te vuelvas idiota”. Porque hay mucha gente que se vuelve idiota ya siendo mayor, no siendo jóvenes. Cuando trabajo con todos estos jóvenes que salen ahora, que tienen una energía y tienen unas ganas de comerse el mundo, intento saber de ellos o les pregunto que quiénes les rodean. Esto es importante. Cuando son jóvenes tienen que rodearse de gente que les quiere. De familia o amigos o quién sea. Que les cuiden. Porque hay proyectos que te suben, pero es que después caes, y como no trabajes, no te esfuerces, no te cuiden y te mantengan los pies en la tierra, puede ser complicado y lo puedes pasar mal.

Cuando vimos la película en Málaga, todos dijimos, es el mejor papel de Mario Casas. Pensándolo, es algo que se ha dicho muchas veces, como si hubiera prejuicios todavía, y ha hecho La mula, El camino de los ingleses… ¿Lo siente así, ha habido prejuicios o los sigue habiendo?

[Se dirige a su hermana] ¿Tú qué crees, Sheila? [Su hermana dice que sí desde el fondo]. Dice que sí. Ella manda.

¿Pero qué opina usted?

Jajaja, no lo sé. No sé si decirlo. Me cuesta un poco más porque es que lo entiendo. Si hay prejuicios, lo entiendo. A mí hay actores que no me gustan. Y a mucha gente le pasará conmigo. Verán mi carrera, verán cosas y habrá prejuicios de lo que sea. Pero si el prejuicio te lleva a las faltas de respeto, eso es lo que no acepto. Yo no lo hago ni lo haría en cualquier trabajo. Creo que se puede juzgar desde el cariño o desde el respeto. Eso sí.

También ha debutado como director, y le ha dado el papel protagonista a su hermano. Me pregunto si no tiene que ver con esto que hablábamos. Es como si quisiera que a su hermano no le pasara lo mismo, que le puedan encasillar, que haya prejuicios. Que de alguna forma le esté protegiendo desde ese papel de director.

Sí. Mi idea es volver a dirigir el año que viene y sería mi muso, lo volvería a llamar, pero él está luchando con otro estigma que es ser ‘el hermano de’.

Un doble estigma.

Es verdad que cada uno tiene su viaje. A veces te encasillan en ‘el chico con moto que se quitaba la camiseta’ o que salía siempre medio en pelotas. A él le toca luchar por ser ‘el hermano de’. Creo que él lo dice siempre. Tiene la suerte de haberme visto crecer y ver todo eso que podían decir y veo que a él le da más igual. Me ha visto como referente, me sigue viendo y creo que eso de alguna manera le ha enseñado a llevarlo distinto, porque a mí en su día, y con esto no quiero dar pena ni mucho menos, pero a mí en su día sí me hizo daño. A mí con Los hombres de Paco, antes de Tres metros, se me dio bastante cera. Porque era el que se metía en la relación de Sara y de Lucas. España fue a por mí. Era la pareja de España en la televisión. Recuerdo que me dieron por todos lados y eso me acompañó mucho tiempo.

Comencé citando el discurso cuando ganó el Goya. También se lo dedicó al público. No es normal que uno se acuerde de ellos. ¿Cómo de importante ha sido en su carrera?

Lo ha sido todo. Igual que nombro siempre a mi familia ellos son los que siguen dándome la oportunidad de trabajar. Son los que en su día me pusieron ahí con películas que funcionaron en el cine. Eso hizo que me ofrecieran otro tipo de personajes. Me dio la oportunidad de trabajar con directores como Álex de la Iglesia, como Alberto Rodríguez… Ha sido el público y el público es el que sigue señalando, el que sigue poniendo una película tuya. Le debo todo al público y gracias a ellos me dieron un premio tan importante como es un Goya.

Nunca se ha arrepentido de Tres metros sobre el cielo ni de sus películas más populares, siempre las ha reivindicado.

Al principio hacerlo era como ir a la contra. Pero ahora, que lo sigo pensando, es que todo el mundo te nombra y te dice Tres metros sobre el cielo. Te dicen que hay un tercer libro, que pasa justo diez años después… y es que yo lo haría. Y lo haría por el público. Al final trabajamos para ellos. Contamos historias para ellos.

Vídeo de la entrevista completa

Vídeo: Javier Cáceres y Lourdes Jiménez

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