En EEUU debutó, en su primer fin de semana, con unos estratosféricos 162 millones de dólares. En todo el mundo hizo 342. Solo en España logró más de cinco millones. Su presupuesto se estima en 150. Para colocar en situación el pelotazo, Barbie realizó 155 en sus primeros tres días en su país y 337 a nivel global. Es, de lejos, el mejor estreno del año, y el mejor realizado por una película basada en un videojuego. Destrona a la película de animación de Super Mario Bros que en las mismas fechas hace dos años amasó 146 millones para un total de 1.300 millones de dólares.
No es casualidad que en apenas dos años se hayan destronado entre sí, sino que es una muestra de una tendencia en Hollywood, que se está encomendando a las adaptaciones de los videojuegos para salvar la taquilla. En una industria donde se apuesta por lo seguro, donde los estudios buscan IPs (las siglas de Intellectual Property en referencia a las sagas) conocidas para crear nuevas franquicias, los juegos más populares de la consola de toda la vida son la nueva moda. En estos momentos, hay 35 películas en desarrollo. Algunas, secuelas de las que han funcionado estos últimos años, pero en su mayor parte se trata de reinicios, como el de Tomb Raider, o títulos de culto como Death Stranding. Esta última, además, producida por A24, el estudio indie que también busca rédito en los videojuegos.

No es casualidad que pocos días después del estreno de Minecraft en cines vaya a llegar a Max la segunda temporada de su serie estrella, The Last of Us, la adaptación de videojuego que demostró que se puede hacer un gran producto con ese material de base. De momento, en cine ninguna película ha logrado que la crítica se haya rendido a sus pies, pero la serie creada por Craig Mazin —responsable de Chernóbil— ha unido dos mundos: el del prestigio y el del éxito. Eso ha provocado un cambio en cómo aborda Hollywood esas adaptaciones. Empiezan a buscar a directores reconocidos, ponen presupuestos abultados y una gran maquinaria promocional.
Una reciente investigación de la empresa inglesa Ampere, encargada de estudios de mercado, mostraba que Hollywood estaba cambiando, poco a poco, a los superhéroes por personajes de videojuegos. En 2023 se observó cómo coincidía “un descenso en la popularidad de las películas y series de televisión basadas en cómics, y un aumento en las adaptaciones de videojuegos”. Aquel año al pelotazo de Mario Bros y la llegada de The Last of Us se sumó que Five Nights at Freddy's, un filme que Universal había concebido para estrenar directamente en su plataforma Peacock, finalmente lograra estrenarse en cines arrasando con 290 millones (costó solo 20 millones y la secuela está en marcha).
“Las adaptaciones de cómics siguen siendo componentes importantes de las estrategias de estudios y cadenas, pero el interés en las franquicias está empezando a decaer. El volumen promedio de búsquedas de los consumidores para las últimas versiones de las principales adaptaciones de cómics ha disminuido desde 2021 y 2022. Sin embargo, la propiedad intelectual del mercado de los videojuegos está empezando a ofrecer un rendimiento comparable y su demanda está creciendo, como lo demuestran los recientes éxitos basados en videojuegos, como la película de Super Mario Bros y la saga The Last of Us”, decía el estudio. Este interés creciente creen que, además, se vio influido por el confinamiento.

Para Illia Abusaitov, el investigador encargado, “el éxito de adaptaciones de videojuegos como Sonic the Hedgehog, Pokémon: Detective Pikachu, Uncharted”, además de las ya citadas, ha hecho que “los estudios, reacios al riesgo, hayan comenzado una transición fluida hacia el mundo de los videojuegos”. “Estas adaptaciones ya han demostrado su capacidad para igualar o incluso superar el éxito de las adaptaciones de cómics. Sin embargo, los estudios deben establecer un enfoque consistente para garantizar que se conviertan en éxitos fiables, similares a los logros de las adaptaciones de cómics”, añadía el informe.
Todas esas adaptaciones son recientes y tienen como punto de inflexión 2019. Hasta entonces las versiones de videojuegos eran consideradas veneno para la taquilla. Solo excepciones como la saga de Resident Evil —que ya están reiniciándola con Zach Cregger, director de Barbarian, al frente— funcionaron y tuvieron una vida larga como franquicia. En su caso provocado por un presupuesto muy ajustado que aseguraba una rentabilidad con resultados que para otros filmes no serían rentables. Es lo que ocurrió con la saga de Tomb Raider protagonizada por Angelina Jolie, que tras aprobar raspada la asignatura de la taquilla en 2001 –recaudó en todo el mundo 274 millones con un presupuesto de 115 millones– suspendió estrepitosamente con su secuela, que se quedó en los 156 millones en todo el mundo al final de su carrera. Menos de lo que ha hecho Minecraft en su primer fin de semana.
Las adaptaciones de videojuegos nacieron malditas desde su primera gran apuesta, que no fue otra que Super Mario Bros. La extrañísima película de 1993 tuvo unas críticas desastrosas. Un artículo de The Guardian en 2014 por la llegada a DVD del filme definía el recibimiento que tuvo de la siguiente forma: “Debutó recibiendo los ataques críticos que normalmente se reservan para las películas de propaganda nazi, los ataques de drones o las comedias de Adam Sandler”.

Pero lo peor fue que se convirtió en uno de los fiascos más grandes de los 90. Costó 48 millones de dólares de presupuesto. Fichó a Bob Hoskins y a John Leguizamo como Mario y Luigi y, aun así, siendo el videojuego más popular en todo el mundo, solo logró 38 millones en total. Aquel comienzo sería muy difícil de superar.
No ayudó que los estudios apostaran por productos de medio pelo para estas versiones. Ocurrió con Street Fighter (1994), que dio a Jean Claude Van Damme el protagonismo convirtiendo a un personaje como Guile, nada querido por los jugadores, en el centro de una historia que también fue machacada por la crítica. Los 99 millones en todo el mundo para un presupuesto de 35 (siempre sin contar con los gastos de marketing y publicidad) no fueron suficientes para hacer más entregas.
La lista de fracasos es larguísima: Alone in the dark, Doom, Silent Hill, Hitman, Max Payne, Prince of Persia, Assassin’s Creed… todas fueron estrellándose en la taquilla mellando la confianza de los estudios. Tuvo que llegar Mario, el mismo fontanero que comenzó el desastre, para arreglarlo y hacer ver a Hollywood que tenían entre manos su nueva gallina de los huevos de oro a la que exprimir hasta que deje de dar fruto.