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Los artistas creen que el mundo se acaba: las canciones que vaticinan su final
Las listas de éxitos son un reflejo de esta realidad. El macrohit de Lady Gaga y Bruno Mars, Die With A Smile, hace referencia a “morir con una sonrisa” si “la fiesta hubiese acabado y nuestro tiempo en la Tierra hubiera terminado”. Hasta cinco semanas se ha mantenido la canción en el número 1 de EEUU, y todavía hoy se mantiene dentro de las cinco primeras posiciones.

El tema, que se publicó dos meses y medio antes de la reelección de Donald Trump como presidente, ganó en febrero el Grammy a la mejor canción dúo pop. “Las personas trans no son invisibles. Las personas trans merecen ser queridas. La comunidad queer merece que se la reivindique. La música es amor”, declaró Gaga en su discurso de aceptación, apelando a la vulnerable situación de los colectivos oprimidos en todo el mundo, pero sobre todo en su país desde que Trump regresó a la presidencia del país.

Sin embargo, Bruno Mars y Lady Gaga no son los únicos que han sentido la necesidad de escribir recientemente sobre un hipotético desenlace fatal. Miley Cyrus acaba de presentar su nuevo trabajo discográfico con el lanzamiento de End of the World, que sirve como primer single de Something Beautiful. “Finjamos que no es el fin del mundo”, canta la artista en el estribillo del tema. “El cielo se caía como un cometa en pleno cuatro de julio”, afirma en una de las estrofas, haciendo una clara alusión al Día de la Independencia de EEUU.

Miley Cyrus, en una imagen promocional Miley Cyrus, en una imagen promocional

La artista, que se adjudicó el mayor himno del cuatro de julio con su canción Party In The U.S.A. (2009), realiza ahora un obvio contraste al referenciar el día de celebración estadounidense en un contexto apocalíptico. “Pintemos la ciudad como lo haría Picasso en sus sueños”, fantasea en la canción como escape. Pero la obsesión con que ocurra un desastre que acabe destruyendo el planeta no es nueva, y ha sido un tema habitual en el pop desde hace décadas, quizás porque se trate de una forma de rebelión: cantar sobre el colapso puede ser una manera de soportarlo.

Muchísimo tiempo lleva imaginándose el fin del mundo desde el arte. Y no solo del mundo, sino de todo lo que creía sólido e indestructible: el tiempo, la belleza, la sociedad, el amor, las certezas. A todo ello alude R.E.M. en su mítica It's the End of the World as We Know It (And I Feel Fine), canción que el grupo publicó en 1987, en plena Guerra Fría, cuando el temor a una guerra nuclear y la saturación mediática estaban muy presentes. “Esto es genial. Empieza con un terremoto, pájaros y serpientes”, inicia el tema. “Esto es genial”, una afirmación que parece dar una bofetada nada más comenzar la pista.

La banda, que señala que “el mundo satisface sus propias necesidades” y alerta de descuidar “las tuyas”, critica sin paliativos “un gobierno a sueldo y un sitio de combate”. En el momento en el que se publicó el sencillo, uno de los grandes asuntos políticos fue el escándalo Irán-Contra, conocido como Irangate, en el que altos funcionarios del gobierno de EEUU vendieron armas en secreto a Irán. “Mira cómo tu telón se aplasta”, canta R.E.M. a lo largo del pesimista tema. El estribillo es esencial: “Es el fin del mundo tal y como lo conocemos”. Tal vez el mundo no se acabe, pero sí el mundo en el que hemos crecido.

En el mismo contexto de la Guerra Fría pero con una actitud completamente opuesta, Prince abre su disco 1999 (1982) con una canción homónima que invita a bailar pese al desastre que habita en el exterior. “La guerra está a nuestro alrededor. Mi mente dice: 'Prepárense para luchar'”, canta el artista en respuesta al conflicto entre EEUU y la Unión Soviética. “Así que, si tengo que morir, escucharé a mi cuerpo esta noche”, añade Prince, desesperanzado por el futuro del país y entregado al completo a sus propios deseos antes de morir.

El artista propone bailar y pasarlo bien “como si fuera 1999”. Antes de que concluyera el siglo, existía una creencia generalizada de que el año 2000 marcaría el fin del mundo, por lo que Prince indica que hay que salir de fiesta como si el fin del mundo estuviera a punto de llegar. “Todos podríamos morir cualquier día. No quiero morir, prefiero bailar toda mi vida”, comenta el cantante de Purple Rain hacia el final del tema. Si la muerte es inevitable, quizás lo mejor sea no abandonar la pista de baile hasta que sea la hora.

Pero un planeta en destrucción bien podría ser un planeta lleno de zombis. Con esa metáfora juega The Cranberries en Zombie (1994), una canción que trata el conflicto de violencia política de más de 30 años que tuvo lugar en Irlanda del Norte. El enfrentamiento entre unionistas protestantes y nacionalistas católicos, marcado por tensiones religiosas y políticas, dejó miles de fallecidos por el camino. “¿Qué hay en tu cabeza?”, se pregunta el grupo de origen irlandés.

Encabezada por la voz de Dolores O'Riordan, quien además es la compositora del tema, la banda denuncia la insensatez y brutalidad de lo que estaba ocurriendo, reflejando una Tierra al borde del abismo. “Esta canción es nuestro grito contra la inhumanidad del hombre hacia el hombre, la inhumanidad hacia el niño”, contó O'Riordan sobre su impulso de escribirla. “Con sus tanques y sus bombas y sus bombas y sus armas”, canta la artista en Zombie, “en tu cabeza, en tu cabeza, ellos están muriendo”.

Otra de las voces femeninas que mejor han sabido representar el sentir de toda una generación ha sido Lorde, que con tan solo 17 años debutó en la industria musical con su álbum Pure Heroine (2013). Entre las pistas más destacadas de este trabajo se encuentra Buzzcut Season, que surge como respuesta a la incertidumbre del comienzo de la era digital. Muchísimo antes de que la inteligencia artificial amenazara con revolucionarlo todo, Lorde ya deseaba desaparecer dentro de un “holograma” e irse a vivir con su “amigo favorito”, haciendo referencia a la digitalización global y los miedos que acarrea.

La cantante, que más tarde se reivindicaría con Melodrama (2017), ya expresaba antes siquiera de llegar a los 20 su temor ante la apatía que acompaña a una sociedad al borde de la ruina, haciéndose así eco de una juventud que se ve forzada a reinventar su realidad, a vivir la vida de fantasía que solo la imaginación puede crear. “Explosiones en televisión / Y todas las chicas con cabezas dentro de un sueño”, alega Lorde en la canción. “Viajamos en el autobús con las rodillas dobladas, la gente debería ver cómo vivimos”, se lamenta la neozelandesa.

La conciencia del poder que ejerce la voz también la ha tenido muy presente Billie Eilish desde sus inicios. La artista, que se consagró nada más llegar a la industria con un arrase absoluto en los Grammy de 2020, se llevó el galardón al Álbum del Año por su debut When We All Fall Asleep, Where Do We Go? (2019), que triunfó por temas como all the good girls go to hell. El single, compuesto por ella y su hermano Finneas, fue resultado de su preocupación por la crisis climática en una época de muchos debates ecológicos y de escrutinio sobre la inacción medioambiental.

“Las colinas se queman en California / Es turno de que te ignore, no digas que no te lo advertí”, declara Eilish sobre los incendios forestales en la quinta pista del disco. “El hombre es tonto, ¿por qué lo estamos salvando? / Están envenenándose ellos mismos”, reclama la artista estadounidense. Para ella, abandonar el planeta supone ir directamente al infierno, a donde van “las chicas buenas” porque “incluso Dios tiene enemigos”. Desilusionada, afirma que su “Dios tendrá una deuda” con ella porque reconoce que “no hay nada más que salvar ahora”.

Aunque no haya sucedido como un evento puntual, el fin del mundo se manifiesta a través de sensaciones que aparecen cada vez que algo se desmorona: una generación que pierde la fe por el futuro, una sociedad que se quiebra por sus propios errores, un planeta que no aprende del pasado. Los artistas que cantan sobre el fin del mundo no solo vaticinan un horrible destino para el viaje de la vida, sino que también luchan por hacerlo soportable y empatizar con quienes lo sufren. Quién sabe si, gracias a sus letras, pueda llegar a cambiarse la ruta.

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