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La obra maestra de Cannes llegó sobre la bocina, Bi Gan homenajea y reinventa el cine con 'Resurrection'
Sobre la bocina llegó Bi Gan, que tras sorprender aquí a todos con Largo viaje hacia la noche hace siete años —una película que incluía un plano secuencia en tres dimensiones que dejó a la cinefilia babeando— llegaba in extremis con su nueva y esperadísima propuesta, Resurrection.

El propio presidente del festival Thierry Frémaux contaba en la tradicional rueda de prensa que da antes de comenzar el festival que esto había ocurrido por dos motivos. Uno, que Bi Gan había terminado el filme muy justo. Dos, porque al tratarse de una producción china, el gobierno debe aprobar que pueda presentarse en el festival, lo que provocó que su confirmación fuera tan tarde.

Casi en el último minuto se ha presentado también en competición. En la penúltima jornada de competición —según dicen ha terminado el montaje final hace apenas dos días— llegó Bi Gan para poner todo patas arriba. El cineasta dio un golpe en la mesa con una de esas obras maestras que justifican todo un festival. La edición de 2025 será donde se vio Resurrection. Da igual si gana o no la Palma de Oro —estas películas suelen tener complicado poner de acuerdo a todo el jurado— porque Bi Gan ya ha ganado con una película arriesgada, radical, hermosa, apabullante, de una fuerza visual que te arrastra aunque uno nunca consiga desvelar del todo el significado de sus imágenes. 

Resurrectión es una película que homenajea al cine, pero que no se queda en lo nostálgico, sino que lleva el propio cine a lugares nuevos y sorprendentes. Empuja sus límites, busca expresiones nuevas y lo consigue. Es una tónica habitual que los cineastas se estén preguntando en sus películas por el estado del cine. Temen que desaparezca. Sin embargo, mientras Spielberg, Iñárritu, Sorrentino y compañía miran en su ombligo, en ese momento fundacional en el que ellos descubrieron la magia de las películas, Bi Gan nos mira a nosotros. Lo que hace Resurrection es contar, de una forma onírica y surrealista, cómo el cine ha cambiado el mundo. Como el lenguaje cinematográfico es, tal cual dice de forma casi literal en su final, del único que nos podemos fiar en estos momentos. 

No es un ejercicio individualista, sino de plantear que en estos 120 años el cine nos ha hecho entender mejor el mundo. Y por eso es una película que es un regalo para esos espectadores que ahora se sientan en las mismas butacas que los que se sintieron atropellados por el tren que llegaba a la estación de la Ciotat.

Cine del pasado y el futuro

La excusa argumental del filme, que viene escrita en unas cartelas como el cine mudo, ya que la primera parte de Resurrection no tiene diálogos, es una especie de distopía donde la gente que no sueña consigue ser inmortal. Aquellos que deciden soñar están condenados a morir y se les llama fantasmas. Sus sueños confunden la realidad con lo soñado, y pueden viajar en el tiempo con sus fantasías. 

Una vez se explica el planteamiento, una llama quemará el papel donde aparecen esas palabras y uno se maravillará por primera vez. Se encuentra en un cine, con decenas de espectadores mirando directamente al espectador real de Resurrection. Nos encontramos ante la experiencia colectiva de ir a una sala, y empieza la película, que no será otra cosa que un repaso a la historia del cine pasada por la imaginación febril y desbordante del director.

El realizador chino Bi Gan este 23 de mayo en Cannes. El realizador chino Bi Gan este 23 de mayo en Cannes.

Nos encontramos en el nacimiento del cinematógrafo, y por ello esta primera parte no tiene sonido. Es un homenaje al teatro de sombras, al trucaje, a los artesanos que lo hicieron posible. En la prodigiosa puesta en escena de Bi Gan, que juega con perspectivas y reencuadres, aparecen guiños a Lumiére, a los primeros filmes y, sobre todo, al expresionismo alemán. Ese fantasma es ahora un monstruo que tiene muchísimo del Nosferatu de Murnau. Junto a él, Bi Gan da el primer salto narrativo con el que el espectador empieza a comprender la estructura de su planteamiento. La cabeza del monstruo/Nosferatu se envuelve en una cortina roja y le introducen en su espalda una película analógica de cine. Cuando se abre, el fondo ha cambiado y hay un campo donde se hará un guiño a El regador regado. 

Al cerrar el primer fragmento una voz en off nos dice que el fantasma salta en el tiempo 20 años. Y ahora nos vamos al cine negro. A una película misteriosa, donde una maleta que contiene un teremín se convierte en el macguffin para sumergirnos en un misterio que nunca se nos explica, pero que termina con una escena que remite, directamente, a La dama de Shanghái. Así, se salta de 20 años en 20 años, con un fragmento dedicado al melodrama, siempre con el toque personal del autor, que no plagia, no copia, sino que homenajea consiguiendo crear imágenes únicas y sorprendentes.

El rojo tiñe uno de los fragmentos más espectaculares de El rojo tiñe uno de los fragmentos más espectaculares de 'Resurrection'

Con la llegada de los 2000 y el miedo al fin del mundo viene una película de mafiosos y vampiros con una estética postapocalíptica bañada en una luz roja. Los que disfrutaron del plano secuencia de Largo viaje hacia la noche —los de Adolescencia se quedan en aficionados— volverán a vibrar con este fragmento rodado en una sola toma. Uno no puede cerrar la boca en ningún momento. ¿Cómo lo ha hecho?, ¿cómo logra contar todo y volver al mismo punto de inicio con el amanecer llegando? Un prodigio estético que hace que sintamos que el cine está vivo de nuevo. Una obra llena de guiños al estado del propio cine en cada época. Aquí vemos unos DVDs piratas por el suelo, pero también una pequeña comunidad que al fondo, en una calle —qué inteligente que Bi Gan nunca lo subraye— ven una película en una tela puesta por ellos. Esa película no es otra que El regador regado, remitiendo a su propio inicio.

El último salto llega al presente. Un presente casi distópico, futurista, pero que en otra genialidad regresa a los inicios. A ese teatro de sombras. A la sala. Al trucaje en vez de al efecto digital, al maquillaje clásico. Al mismo Nosferatu. Lo hace con un giro que convierte la película en un círculo, porque el futuro del cine se encuentra en las salas. En no olvidar lo que le hizo relevante. Decía Carla Simón que el cine ofrece la posibilidad de reconstruir la memoria y de construir identidades. Un mensaje que se encuentra en esta obra inabarcable, que necesita de varios visionados, pero que nos dice que en tiempos convulsos, la verdad nos la va a ofrecer el arte y la experiencia común de compartirlo y debatirlo.

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