
En 1975 Steven Spielberg inventó el cine popular moderno con Tiburón, y lo pulió en los años siguientes con una sucesión de clásicos que le consagraron como Rey Midas de Hollywood. Tal impacto causó en el blockbuster que hoy su legado lo inunda todo, trascendiendo lo que él mismo pueda hacer. Mientras el director ha ido perdiendo el contacto con el público —su reciente autobiografía, Los Fabelman, se hundió en taquilla—, desde otras instancias de la industria se asume que lo más valioso que puede darle a la maquinaria hollywoodiense estriba en sus franquicias, y en la invocación de un estilo.

















