El caos introducido por la Administración de Estados Unidos paraliza los planes de las empresas y amenaza a los trabajadores de todo el planeta
El FMI eleva el crecimiento de España al 2,5% en 2025 incluso asumiendo los aranceles del 20% de EEUU
“El cambio de paradigma en el comercio internacional está para quedarse”, lamentó este jueves el ministro de Economía, Carlos Cuerpo. La honestidad de la advertencia tiene mérito. Primero, porque la hizo justo después de que Estados Unidos prorrogara tres meses (90 días) la entrada en vigor de los aranceles “recíprocos” —según la retórica de la Administración de Donald Trump— y los dejara en un 10% en general para todos los países, salvo para las importaciones de algunos productos concretos como los automóviles o el acero de la Unión Europea (UE), que siguen al 25%, y con la excepción de China, el adversario en el que ha centrado las represalias en este estadio de la guerra comercial.
Segundo, porque Carlos Cuerpo avisó de que una nueva era en el comercio internacional es inevitable apenas unas horas antes de que el FMI (Fondo Monetario Internacional) elevara la previsión de crecimiento del PIB de España dos décimas del 2,3% al 2,5% en este 2025. Una mejora que llega incluso asumiendo los aranceles del 20% de Estados Unidos al conjunto de la UE “por la limitada exposición comercial directa e indirecta” de nuestro país a la primera potencia mundial. Una información que el ministro de Economía conocía previamente, y en la que se podría haber apoyado (sin desvelarla) para quitar hierro a la amenaza del conflicto comercial total escalado por Donald Trump y su equipo.
Pero en el nuevo contexto de desglobalización, las buenas proyecciones macroeconómicas no esconden la inmensa incertidumbre que acecha a cada decisión, ni que de fondo lo que hay son “muy malas noticias”, según incide Pau S. Pujolas. Este economista catalán trabaja en la McMaster University de Canadá y publicó a finales de 2024 una investigación sobre las guerras comerciales en la que, para su sorpresa, los asesores económicos de la Casa Blanca se han basado —retorciéndola a su favor— para justificar el cálculo de los aranceles en forma de represalias al resto del mundo. “No hay ninguna empresa del mundo, no hay ningún directivo de ninguna empresa del mundo que cuando le preguntes qué necesitas para que hagas bien tus planes, te responda: lo mejor para mí es incertidumbre sobre las políticas económicas”, dice.
“Es una absoluta locura porque la gente no sabe qué va a pasar”, continúa este investigador, al que decenas de medios comunicación han reclamado en los últimos días, incluidos el Wall Street Journal o el Financial Times. “Para cualquier país que dependa del comercio y los mercados internacionales, ahora es evidente que, incluso si se logra persuadir a Estados Unidos para que modere sus políticas de guerra arancelaria, serán necesarios nuevos acuerdos comerciales”, apunta en una tribuna de este viernes Jim O'Neill, expresidente de la gestora de Goldman Sachs y exministro del Tesoro del Reino Unido. En la misma línea que Carlos Cuerpo, y de los acercamientos de la Comisión Europea y del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a China, India, Sudamérica y a otros mercados, mientras intentan negociar con Donald Trump.
Si nos tomamos en serio las argumentaciones de la Casa Blanca, el proteccionismo de Estados Unidos busca castigar a los países con los que tiene déficit comercial —los que le venden mucho más de lo que le compran, especialmente China— y conseguir que las empresas que exportan al país trasladen la producción a su territorio, para “priorizar a las empresas y trabajadores” estadounidenses, que actualmente estarían siendo “injustamente” tratados. “Pero claro, sin haber seguridad, tomar una decisión empresarial de tal calado parece muy arriesgado”, comenta Francisco Martínez Arroyo, experto del sector agroalimentario. Es decir, la estrategia de Donald Trump, “se vuelve en su contra”, continúa este ingeniero que ha ocupado distintos cargos en distintas Administraciones, desde la UE a la Junta de Castilla-La Mancha.
En su contra, en contra de las multinacionales y, sobre todo, en contra de los trabajadores de todo el mundo, empezando por los de Estados Unidos. “A las empresas no les gusta jugar en el casino”, advierte Pau S. Pujolas. Así que su reacción natural va a ser “no hacer inversiones, no buscar nuevos canales de distribución, no contratar empleados...”, enumera, en declaraciones a elDiario.es desde Canadá.
El escenario es tan errático, que el mismo jueves, Esther Gordo, la directora de la división de análisis económico de la AIReF (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal), admitió que de un día para otro, con la tregua arancelaria de 90 días de Estados Unidos, las empresas exportadoras de España y del conjunto de la UE habían pasado a ser mucho más competitivas que las de China, que tiene que afrontar aranceles de más del 100%. “Y eso puede tener un efecto positivo” para nosotros, añadió.
Por supuesto, esta realidad objetiva (al menos por 90 días) no va a hacer que ninguna compañía refuerce su apuesta por Estados Unidos como mercado en el corto plazo. Entre otros motivos, porque para cada sector y empresa existen diversas particularidades que dificultan un traslado inmediato de su actividad y sus negocios. La afirmación de Esther Gordo es, sobre todo, otro ejemplo del caos, cuyo mayor exponente se ha visto en los vaivenes de los mercados financieros. Con desplomes y rebotes de las cotizaciones en las bolsas o de los precios de los bonos de deuda que han destruido y creado miles y miles de millones en minutos.
“Ante la necesidad de buscar alternativas para retornar a escenarios de certidumbre, libertad comercial y seguridad económica para nuestras empresas, y salvaguardar así nuestra competitividad, la primera cuestión que se ha planteado es la necesidad de actuar desde la unidad, en su concepción más amplia”, expone un comunicado publicado el jueves por la CEOE, la principal patronal de nuestro país.
“Volvemos a dejar claro que los ajustes de plantilla [los despidos, en la jerga empresarial] siempre son la última opción a la hora de amortiguar crisis inesperadas, que, como esta, afectan de forma directa y significativa a la actividad de las empresas. Pero supeditar a priori la concesión de cualquier ayuda pública al mantenimiento del empleo en una situación como la que estamos viviendo, puede provocar que las empresas opten por no solicitarlas para evitar posteriormente consecuencias más complejas. Además, supone poner en duda, de forma interesada, la actitud responsable de la inmensa mayoría de las empresas de nuestro país, que han demostrado, crisis tras crisis, su compromiso con el mantenimiento del empleo”, se posiciona la CEOE.
Riesgo de recesiónEl aviso de la patronal española no es baladí. La incertidumbre de la guerra comercial amenaza la actividad económica en general y a los trabajadores muy en concreto. “Los empleados de las empresas exportadoras, primero, van a pensarse tomar decisiones importantes (comprar una casa, un coche o incluso electrodomésticos) si piensan que se van a trasladar sedes y que serán despedidos”, observa Pau S. Pujolas. Un miedo que tiene el potencial de extenderse a la mayoría de familias, y a desencadenar una recesión que recorra el mundo.
“Los sectores más afectados son los que más dependen del comercio internacional, del exterior. Hasta llegar al turismo en España, porque los extranjeros, la gente, viajan cuando tienen dinero en el bolsillo y cuando saben que cada mes van a volver a tener su paga”, comenta este economista. “Esto no es hipotético. Esto está pasando ahora mismo. Muchos canadienses han cancelado todos sus planes en Estados Unidos porque no saben qué va a pasar”, insiste.
“Las empresas adoptarán medidas de distinta envergadura en función de cómo avance este escenario de incertidumbre y de guerra comercial. Probablemente en aquellos sectores más expuestos al comercio de exportación con Estados Unidos, los aranceles pueden provocar caídas en el volumen de negocio que incentiven despidos. De hecho, algunas empresas pueden utilizar la actual coyuntura como pretexto para impulsar procedimientos de despido colectivo por causas organizativas y previsión de pérdidas, a pesar de que no es posible pronosticar cuál será la situación a un mes vista. No hay que olvidar que los despidos son la variable de ajuste de costes más fácil y rápida de implementar para las empresas”, analiza el gabinete socioeconómico de CGT.
La inflaciónOtra fuente de daño, y también de incertidumbre, es el impacto en los precios y en la inflación. En Estados Unidos, un nuevo repunte de las subidas de precios parece inevitable porque los aranceles son efectivamente un coste para las importaciones. Un encarecimiento del comercio que, en mayor o menor medida, acabarán pagando los consumidores.
En la UE, además de esta misma amenaza si vuelven a escalar las represalias comerciales y las respuestas, existe un riesgo contrario, que las barreras de entrada para China en Estados Unidos lleven a las empresas del 'gigante' asiático a redirigir más oferta de sus productos a los socios comunitarios, presionando los precios a la baja. La Comisión Europea ya ha avisado de que vigilará el 'dumping'. En otras palabras más gruesas: la UE tratará de impedir que no se vendan bienes por debajo de los costes de producción, como ya hizo con los aranceles a los automóviles chinos, precisamente para proteger a nuestra industria. Esta es la principal razón por la que mantiene el mensaje paradójico de que China es un “socio, un competidor y un rival”. En definitiva, este golpe redundaría sobre un frenazo la actividad económica.
La respuesta del GobiernoEl miércoles, en el Congreso de los Diputados, Carlos Cuerpo, hizo una defensa cerrada de “las ganancias” del comercio internacional. “Las fuentes de esas ganancias son numerosas. Desde, por supuesto, el acceso a una mayor variedad de bienes y servicios, también a bienes y servicios de mayor calidad. Mejora en la eficiencia, que surge de la especialización gracias al comercio internacional. También aumento del empleo, apertura a nuevos mercados para nuestras empresas, que les permite crecer. O incluso generación y distribución de riqueza adicional para alcanzar, en definitiva, mejores resultados para el conjunto de nuestra sociedad”, argumentó.
El mundo va a ahora en otra dirección. Y el Gobierno de coalición asegura que es capaz de reaccionar. Sus primeras medidas están recogidas en un Plan financiero de avales, ERTE y fondos europeos para las empresas afectadas, mientras presume de la experiencia y el éxito de la respuesta a la pandemia, a la invasión rusa de Ucrania y a la crisis de inflación. “Vamos a proteger a la economía, al tejido productivo y a los trabajadores. Sabemos hacerlo”, enfatizó en el mismo Pleno del Congreso el portavoz del grupo parlamentario de Sumar, el socio del PSOE, en el Ejecutivo, José Manuel Lago Peñas. “El mecanismo RED o los ERTE ya están disponibles para que nadie pierda su empleo”, señaló.
“Vamos a defender los intereses de nuestro país, cuesto lo que cueste. [...] Y no permitiremos que haya despidos en las empresas que se beneficien de las ayudas públicas”, comentó en su intervención en el Congreso. “A los metalmecánicos de Guipúzcoa, a los aceituneros de Jaén, a la industria química de Barcelona, a los viticultores de La Rioja, a los pescadores de Vigo, a la industria cerámica de Castellón, al sector agrícola de Murcia, a los trabajadores del acero de Asturias. No estáis solos. Tenéis el apoyo de la mayoría de esta Cámara”, finalizó.
“Aún es difícil cuantificar el impacto real que tendrá todo esto, pero la experiencia de las pasadas crisis nos permite afrontar estos shocks más preparados, con más herramientas y con mayor intervención pública. Es importante recordar lo aprendido en las pasadas crisis: en términos puramente económicos, es mucho más efectivo estimular la demanda que implementar medidas de ajuste que terminan siendo contraproducentes como se tomaron en el pasado (véase la austeridad y devaluación salarial que ahondó en la crisis y deprimió la demanda)”, opina Natalia Arias, experta del gabinete económico de CCOO.
“Es indispensable que la UE sea capaz de ser reactiva (en materia comercial las decisiones hasta ahora han sido siempre considerablemente lentas) y proactiva implementando medidas que fomenten la demanda interna y la autonomía de la región, abordando los retos inaplazables (transición ecológica, vivienda, bienestar social,...). Tanto la UE como España tienen herramientas y margen fiscal para hacerlo. Será especialmente importante abordar los corsés fiscales que persisten en la UE y suponen un freno para estos objetivos”, arguye esta economista.
En CGT, añaden que, “en cualquier caso, consideramos que la Administración estadounidense está impulsando esta política arancelaria como premisa negociadora con otros Estados, más que como una política que busque cambios ambiciosos y estructurales en el patrón de la globalización, lo que requeriría de mantener en el tiempo una guerra comercial que puede tener efectos muy adversos sobre la propia economía estadounidense a corto y medio plazo, en términos de incremento de la inflación, de contracción económica y, en última instancia, incluso de quiebra de la confianza en torno al rol hegemónico que hasta ahora ha jugado el dólar, lo que coloca a la economía estadounidense en una situación de privilegio internacional”.