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La pausa arancelaria abona la pugna de poder interna en el entorno de Trump

La pausa arancelaria abona la pugna de poder interna en el entorno de Trump

Las dos almas que conforman el equipo económico del presidente amenazan con repetir el mismo patrón de enfrentamientos que se vivió en el anterior mandato del republicano

Trump excluye teléfonos móviles y ordenadores portátiles de los aranceles a China y el resto de países

La tregua arancelaria de 90 días para el resto del mundo —a excepción de China— también se ha convertido en un pulso interno entre los asesores económicos de Donald Trump.

Se trata de tres meses para ver quién tiene capacidad de influir en las decisiones del presidente estadounidense, y arranca con dos claros competidores: el secretario del Tesoro, Scott Bessent, y el asesor Peter Navarro.

El primero fue una de las voces que logró que, finalmente, Trump reculara en su guerra comercial contra el mundo y se conformara con aislar a China —a quien aplicará el 145 % de impuestos—. El segundo es un viejo aliado del magnate que ya ha demostrado su lealtad —fue a prisión por negarse a testificar sobre el asalto al Capitolio— y es uno de los grandes ideólogos de los aranceles que quería aplicar el presidente.

El jueves, Navarro reconoció que no había estado en la sala cuando Trump tomó la decisión final de pausar los aranceles. Quienes sí estaban eran Bessent, el secretario de Comercio, Howard Lutnick, y el consejero Kevin Hassett. Los tres intentaron hacerle ver al presidente la gravedad de la situación, gráficos en mano, después de que el rendimiento de los bonos del Tesoro empezara a subir.

“No importa quién estuviera en la sala. El jefe llama o lo que sea. Ese no es el punto”, dijo Navarro a la CNN, quitándole hierro al asunto, a pesar de que se trate de una derrota para él. “El punto es que este equipo es el mejor de la historia; le damos el asesoramiento adecuado; cada uno de nosotros tiene habilidades diferentes que se combinan con la sabiduría colectiva del grupo, y el jefe toma la decisión”.

Bessent ya había empezado a mover ficha el domingo pasado, en un vuelo de urgencia a Mar-a-Lago, harto del caos que se había extendido desde el “Día de la Liberación” y de ver cómo algunos de los miembros del Gobierno parecían estar perdidos respecto a los planes del presidente. Las apariciones de Lutnick, en particular, frustraron a muchos funcionarios, y sus entrevistas televisivas disminuyeron antes de que Trump anunciara la pausa.

La conformación del equipo económico de este segundo mandato parece repetir las dinámicas del anterior: un bloque pro-Wall Street y otro pro-aranceles. Durante el primer mandato de Trump, esto se tradujo en peleas burocráticas a cuchillo, gritos e insultos y, en ocasiones, algunos asesores casi llegaron a las manos. Ahora estos dos bloques están representados por Bessent, ex gerente de fondos de cobertura, y Hassett, director del Consejo Económico Nacional, en el bando pro-Wall Street; y por Navarro, Lutnick y Stephen Miller, el jefe adjunto de gabinete, en el equipo pro-aranceles.

El único matiz o diferencia que hay por el momento es que, en esta ocasión, nadie está mostrando un gran desacuerdo con Trump. El presidente continúa basándose en su instinto y en su visión de la economía del siglo XIX, teniendo a las políticas proteccionistas del expresidente republicano William McKinley como su gran referente. Dentro del Congreso, uno de los senadores republicanos que han empezado a levantarse contra Trump por sus políticas arancelarias recordaba lo siguiente sobre McKinley: “Todo el mundo recuerda cuando (el presidente) William McKinley impuso aranceles en la década de 1890 y perdimos la mitad de nuestros escaños en las siguientes elecciones. Cuando (los legisladores) Smoot y Hawley los impusieron a inicios de los años 1930, perdimos la Cámara Baja y el Senado durante 60 años. Por lo tanto, no solo son malos a nivel económico, también políticamente”, sentenció el senador Rand Paul en una sesión de la Cámara Alta esta semana.

Aunque Bessent sea quien parece haber estado liderando las presiones para frenar a Trump, lo cierto es que también está a favor de los aranceles con moderación. Asimismo, nunca ha contradicho en público a Trump, aunque escucha atentamente a los mercados y los inversores. Por eso empezó a moverse a puerta cerrada cuando multimillonarios y grandes inversores de Wall Street estallaron abiertamente contra el presidente.

La guerra de influencia arancelaria también ha pasado a ser un reflejo más de las dos almas del trumpismo: las viejas bases MAGA y los nuevos millonarios que rodean al presidente. Navarro forma parte de la vieja guardia trumpista, ya estuvo en la Casa Blanca durante el primer mandato, y en su cuerda también se cuentan figuras acérrimas como Miller. Cuando Trump presentó la tabla arancelaria, el comunicador de extrema derecha y ex asesor del presidente, Steve Bannon, dijo que era el momento de demostrar quiénes eran los auténticos “MAGA”. En su pódcast War Room, Bannon presentaba la adhesión sin reproches a las políticas arancelarias como una prueba de fe para demostrar el compromiso con la causa.

Hacerlo de esta manera también suponía atacar a todos los recién llegados a la corte de Trump, como el mismo Elon Musk. El propietario de Tesla dijo el pasado fin de semana que estaba a favor de eliminar gradualmente los aranceles con la Unión Europea y, de hecho, esas declaraciones acabaron derivando en un intercambio de insultos con Navarro.

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