En la iglesia donde ofició como Arzobispo de Buenos Aires se realizó temprano este lunes un oficio en memoria del Papa. Sus seguidores recordaron su pasado como Bergoglio. La presencia de Jorge Macri y el operativo de limpieza de las escalinatas.
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“Francisco nos enseñó a abrazar al otro y perdonar sin juzgar sus circunstancias”, dice Fabián Castagnario, de 66 años, justo antes de ser golpeado en la espalda por la custodia de Jorge Macri sobre las escalinatas de Catedral.
Fabián, campera azul, el pelo blanco y lacio tirado hacia atrás, mira cómo el jefe de Gobierno porteño abandona rápido el lugar y retoma con algo de fastidio, mientras se acaricia la espalda: “Bueno… te decía; perdonar, sin juzgar. No importan las ideologías o las críticas. Primero te abrazo y después te escucho”.
No son todavía las 10 de este lunes fresco y los rostros tristes de los seguidores del papa Francisco se cruzan con los que caminan apurados para entrar a trabajar en un microcentro encendido. Bergoglio murió en la madrugada argentina y su rostro hoy está en los medios de comunicación de todo el mundo.

Los preparativos para la primera misa en honor a Bergoglio en la iglesia mayor donde ofició como Arzobispo de Buenos Aires antes de convertirse en Francisco empezaron aún más temprano. “Tipo cinco de la madrugada ya estábamos limpiando las escalinatas”, le aseguró al elDiarioAR un barrendero de la Ciudad. Sin inmutarse, acotó: “Sacaron a varias personas que estaban durmiendo afuera de la Catedral”. La Catedral suele ser un lugar de refugio por las noches para las personas que duermen a la intemperie en medio de la crisis habitacional que golpea al AMBA.
El arzobispo Jorge García Cuerva dirigió la ceremonia en una catedral que ya estaba repleta a las 8.30. “Estamos aguardando las disposiciones de Roma sobre el sepelio de Francisco, donde seguramente convoquemos a todos los fieles en los próximos días para ese evento tan especial”, explicó el referente de la Iglesia en Buenos Aires. “Nuestro deber ahora es salir a buscar las ovejas perdidas y por eso los invitó a que recordemos a Bergoglio como el padre de los pobres y de la misericordia”, pidió.
En la primera fila se ubicó Jorge Macri. Y mucho más atrás, en el público general, Silvana Focarzo, de 69 años, quien se levantó temprano, prendió su televisión y tardó en tolerar la noticia. Lloró sola hasta que abrió su celular y mandó un mensaje a los grupos de WhatsApp de amigos y familiares: “El mundo va a tardar mucho en entender lo que fue Francisco”, escribió entre lágrimas.

“Esperó a morir después de Pascuas porque era otro ser humano. Sufrió hasta el último minuto para pasar esa fecha y partir”, reflexiona ahora, al salir de la Catedral, completamente desconsolada. Conoció al Bergoglio que andaba en el subte porteño y, según cuenta, fue testigo de su trabajo con jóvenes con problemas de adicciones: “No me lo puede contar nadie. Vivo a unas cuadras y venía cada tanto. Lo veía siempre con una pasión desmesurada por los más pobres”.
Sobre la visita inconclusa de Francisco al país –una de los interrogantes de su vida, mientras era la máxima autoridad del Vaticano– Silvana arriesga una teoría: “Murió en medio de una Argentina muy dividida. Él sabía que si venía iban a usar eso para conveniencias partidarias”.
Eran demasiadas las ganas que tenían sus fieles para reencontrarse en Buenos Aires con Francisco, y las especulaciones son varias. Marco Gallo, director de la Cátedra Pontificia de la Universidad Católica Argentina (UCA) –cátedra dedicada al estudio de los últimos pontífices– recuerda una anécdota, en forma de broma, del propio Francisco. “En una ocasión nos dijo que había estado 76 años en el país y que ahora era momento de estar en otro lado”, cuenta el profesor.
Luego adopta un tono más filosófico y entiende la partida del Papa como un mensaje. “No busquen en los muertos lo que es lo de los vivos”, apunta Gallo, parafraseando a un pasaje de la Biblia. “Francisco va a estar vivo cuando pongamos a los pobres por encima de los ricos, cuando leamos el Evangelio. La muerte representa la vida eterna”, explica.
A la salida de la misa, una de las columnas de la Catedral aparece reconvertida. Rosarios y flores adornan un improvisado altar y se mezclan con escudos de San Lorenzo pegados con cinta. Bergoglio era un admirador de Lorenzo Massa, padre salesiano por el que lleva el nombre el club de Boedo en honor a su labor de sacar a los jóvenes de la calle para invitarlos a jugar al fútbol en el patio de la iglesia. Ayer, su club empató 0 a 0 con Deportivo Riestra. Un vendedor ambulante ofrece carteles y velas. Y un cartel anónimo a la entrada de la iglesia le dedica: “Francisco, imploraste por nosotros en la noche más oscura del mundo. Ahora nosotros rogamos al cielo por vos”.