El escritor y ex político del Partido Democrático italiano acaba de publicar una novela histórica sobre una partisana para reinvincar la libertad y el papel de la Resistencia cuando se celebra el 25 de abril de 1945
ENTREVISTA - Walter Veltroni: “La libertad nunca se adquiere para siempre”
Walter Veltroni acaba de publicar la novela histórica Iris, la libertà, la historia de una joven partisana que luchó en la Resistencia italiana y se suicidó después de matar a un soldado nazi en agosto de 1944 para intentar salvar a sus compañeros.
Es la tercera novela en una trilogía sobre los últimos años de la guerra en Italia antes de la liberación del fascismo de la que este 25 de abril se cumplen 80 años.
Después de décadas en política -fue vicepresidente del Gobierno italiano, secretario general del Partido Democrático y alcalde de Roma-, Veltroni ahora se dedica a la escritura, el cine y el periodismo de opinión.
Dice que la curiosidad y el respeto por las personas olvidadas en la historia es una de sus principales motivaciones. La historia de Iris Versari la descubrió en una librería de Forlì, en Emilia-Romaña, donde encontró un libro sobre esta partisana local. El escritor estaba allí para la presentación de su anterior libro, La condanna, sobre Donato Carretta, que fue director de una prisión en Roma durante el fascismo, aunque también ayudó a partisanos, y que fue linchado en septiembre de 1944 por la multitud después de haber sido confundido con otra persona.
Empezamos nuestra conversación hablando de la muerte del papa y, en particular, de uno de los posibles sucesores, el arzobispo de Bolonia, Matteo Zuppi, del que Veltroni es amigo desde los años 70 y con quien publicó el año pasado un libro a modo de conversación.
¿El cardenal Zuppi sería un buen sucesor del papa Francisco?
Un buen sucesor de Francisco será aquel que continúe su visión de una Iglesia abierta, de una Iglesia que no está atrincherada ni cerrada en sí misma, de una Iglesia de los pobres, del diálogo con los que sufren, una Iglesia de migrantes, de paz. A pesar de mi cariño por Matteo, o justamente por eso, prefiero no hacer predicciones, solo espero que sea una solución de continuidad con la experiencia de los últimos años.
El título del libro que escribieron juntos es Non arrendiamoci, ¿no nos rindamos a qué?
No nos rindamos a la indiferencia, a la tentación de darle la espalda a las cosas que suceden, de no percibir el peligro para la paz que existe en este momento en gran parte del mundo, el peligro para la democracia, las relaciones sociales, la comunicación entre las personas. No cedamos al odio, al rencor, a la radicalización exasperada de todo.
Un buen sucesor de Francisco será aquel que continúe su visión de una Iglesia abierta, de una Iglesia que no está atrincherada ni cerrada en sí misma, de una Iglesia de los pobres, del diálogo con los que sufren, una Iglesia de migrantes, de paz.
El riesgo de la indiferencia es un asunto que se repite en su última novela. ¿Por qué le atrajo la historia de Iris Versari entre las de decenas de miles de partisanas?
Me pareció, en primer lugar, una historia de redención personal. La de esa joven que no acepta el destino que la sociedad le había asignado: en el esquema social debería haber tenido hijos y cuidar de las vacas, porque ese era el destino de las campesinas de la época. Y, en cambio, ella se rebela contra este destino desde el principio, tratando de estudiar y luego de conocer la ciudad, por eso va a trabajar en casas que le permiten experimentar una dimensión urbana.
Y luego se une a la Resistencia con una motivación más del alma que de la razón. En el sentido de que ella no era una persona con una convicción política o ideológica formada, sino que fue una de las tantas personas de esa época que en un momento determinado dijo “basta” a la dictadura. Eran personas que querían libertad, decir lo que pensaban, vivir libremente, y estaban cansadas de la guerra.
Iris Versari fue una de las tantas personas de esa época que en un momento determinado dijo “basta” a la dictadura. Eran personas que querían libertad, decir lo que pensaban, vivir libremente.
Su hermano fue mandado a morir en una misión absurda que Mussolini decidió para los soldados italianos en Rusia. Sin duda, fue una herida muy profunda para ella. La lucha contra la ocupación extranjera es primero un movimiento existencial y luego un movimiento de resistencia. Ella es parte de la pandilla Corbari, que no tenía identidad política: era un grupo de chicos, todos de unos 20 años, que solo querían liberar a Italia de la dictadura, de la guerra y la ocupación extranjera.
De ahí la referencia en su título a la libertad…
Sí, porque es lo que los motiva. Y por supuesto el título también es una forma de decir “aferrémonos a la libertad, estas personas murieron para dárnosla”. No tiremos la libertad por la borda, porque la libertad nunca se conquista de una vez por todas, siempre está en juego. Y hay condiciones históricas que pueden crear la involución autocrática.
La historia nunca se repite de la misma manera: no vuelve lo mismo, pero llega algo que tiene la misma sustancia, es decir, la idea de que la sociedad debe gobernarse de forma autocrática, que una firma en una orden ejecutiva es preferible a un procedimiento democrático. Ese es uno de los riesgos de esta época en la que incluso las palabras han vuelto a tener una inquietante similitud con el pasado.
No tiremos la libertad por la borda porque la libertad nunca se conquista de una vez por todas, siempre siempre está en juego. Y hay condiciones históricas que pueden crear la involución autocrática. La historia nunca se repite de la misma manera: no vuelve lo mismo, pero llega algo que tiene la misma sustancia
Creí que nunca más escucharía la palabra deportación después de la Shoah, de Auschwitz. Y, en cambio, se utiliza en los niveles más altos de la administración de Estados Unidos.
Usted escribe en la novela como para Iris en los años 40 Estados Unidos representaba “el aire y el espacio”, un sueño de libertad… Ahora parece muy diferente.
Estados Unidos fue durante el siglo XX el lugar de la libertad, el lugar del encuentro, del crisol. Fue el lugar de las luchas por los derechos. Los jóvenes estadounidenses vinieron a morir por nosotros. Hay un montón de cruces blancas en Normandía de chavales estadounidenses que murieron porque Alemania, Italia y España se habían sumado a la locura de la dictadura de Mussolini, Franco y lo que siguió. Esos jóvenes estaban dispuestos a morir por nosotros.
Estados Unidos era una promesa de libertad y hoy, en cambio, parece inquietantemente retraído sobre sí mismo, renunciando a la idea de ser el líder moral y político del mundo occidental. Y sustancialmente también animado por una vocación de tipo autocrático… sea por querer imponer a las universidades las creencias políticas de quienes gobiernan, querer construir un resort en Gaza o querer destituir al presidente de la Reserva Federal porque no hace lo que dice el Gobierno.
¿Por qué le interesa tanto ese periodo justo antes de la liberación italiana, entre 1943 y 1945?
Porque son los años cruciales de la historia italiana y son años literaria y emocionalmente increíbles. El primer libro de la trilogía, La scelta (la elección), está dedicado a la semana entre el 19 de julio de 1943, cuando Roma fue bombardeada, y el 25 de julio, cuando cayó el régimen de Mussolini.
Fue arrestado seis días bajo un régimen que había durado 20 años y que también había gozado de consenso, al menos hasta finales de los años 30. Un consenso que para mí fue inexplicable… Mussolini tuvo el mayor apoyo cuando reivindicó la responsabilidad moral por el asesinato de Giacomo Matteotti, el líder de la oposición. Y de ahí pasamos a la disolución de los partidos, el cierre de los periódicos y la dictadura que hemos conocido.
Para mí, el período entre 1942 y 1945 sucede en los hogares de cada italiano: la puerta fue derribada a patadas por la bota militar de la historia. Cada uno tuvo que decidir. Los nazis se llevaron a mi abuelo en octubre de 1943 a Via Tasso [la cárcel en Roma de los ocupadores nazis y hoy museo dedicado a la liberación], lo torturaron y, dos años después de ser liberado, murió a los 52 años debido a lo que había sufrido. Es la historia de casi todas las familias italianas. Algunos murieron en la guerra, otros luchando en la Resistencia, algunos murieron bajo las bombas, otros por sus ideas… Fue una época aterradora, una guerra civil, como la definió Claudio Pavone.
Desde un punto de vista emocional, para mí, sigue siendo el lugar de memoria más importante. La memoria siempre se confunde con la nostalgia. La memoria es conciencia, no es nostalgia. La memoria es conciencia y sentido crítico. Aplicada a la historia individual y colectiva, es un ejercicio muy importante para la democracia.
¿Y cómo debería ser la memoria de la liberación, 80 años después?
Debería ser una gran fiesta. El 25 de abril es la fecha en la que los italianos se liberan de la dictadura, de la guerra y de la ocupación extranjera al mismo tiempo. Es una buena razón para celebrar, si eres italiano, si eres patriota. Y por eso deberíamos celebrarlo todos juntos y entender que todo lo que pasó después nació de ese momento, de esa página extraordinaria de la historia italiana que fue la Resistencia.

El Gobierno de Meloni pide “sobriedad” en las manifestaciones de este año. ¿Le da vergüenza celebrar el 25 de abril?
Deberían celebrarlo como todos los italianos. De manera más o menos sobria… Es una fecha de celebración que por naturaleza es sobria. Solo un elemento de división puede envenenarla y no debería ser así. Italia se liberó de la ocupación extranjera después de la Resistencia. Es una celebración para todos los italianos.
El 25 de abril es la fecha en la que los italianos se liberan de la dictadura, la guerra y la ocupación extranjera al mismo tiempo. Es una buena razón para celebrar, si eres italiano, si eres patriota. Y por eso deberíamos celebrarlo todos juntos y entender que todo lo que pasó después nació de ese momento, de esa página extraordinaria de la historia italiana que fue la Resistencia.
En su libro Iris dice que referido a la guerra y el fascismo que “llegará un día en que todo esto parecerá absurdo, increíble, inhumano”. ¿Es así?
Sí, lo es siempre que no lo olvidemos. Siempre que no vivamos en este estúpido presente en el que las redes sociales quieren mantenernos enganchados en un espacio temporal que no tiene ni un pasado que dé raíces ni un futuro que dé esperanza. Un presente bombardeado con tanta información, a menudo inútil y a menudo inventada, es un presente alimentado por un sentimiento de odio, resentimiento, violencia y por algo parece postular un sistema de tipo autoritario.
Lamento que en las escuelas italianas no se estudie tanto el siglo XX. A menudo, se estudia más a los etruscos, por quienes tengo un gran respeto, pero el siglo XX es probablemente la herramienta más importante para quienes a los 18 años entran en el mundo adulto y deben ganar conciencia. El siglo XX enseña muchas cosas: fue el siglo de las dictaduras, pero también fue el siglo que terminó en 1989 con la revuelta contra las dictaduras.
En su país, en el mío y en muchos otros, incluidos países del Este, generaciones enteras se han rebelado contra dictaduras y autocracias. Y esto sucedió en el siglo XX, por lo que debemos regresar al siglo XX al menos en términos de conciencia.
Lamento que en las escuelas italianas no se estudie tanto el siglo XX. A menudo, se estudia más a los etruscos, por quienes tengo un gran respeto, pero el siglo XX es probablemente la herramienta más importante para quienes a los 18 años entran en el mundo adulto y deben ganar conciencia. El siglo XX enseña muchas cosas: fue el siglo de las dictaduras, pero también fue el siglo que terminó en 1989 con la revuelta contra las dictaduras
En el libro escribe que la culpa de lo que sucede en esos años de fascismo es de la indiferencia ¿Quiénes son los indiferentes ahora?
Los indiferentes son todos los que simplemente creen que pueden ser seguidores, los followers, que se dice en inglés y parece que suena mejor. Ser seguidor significa estar privado del sentido crítico de autonomía de pensamiento. Y la nueva indiferencia es esta. Después de todo, Elon Musk dice que ya no se necesitan los periódicos, no se necesita la televisión, ya no se necesitan los partidos… y que la libertad de expresión es suficiente. Imagínese un mundo en el que todos hacen ruido y solo uno decide con el pulgar hacia arriba o hacia abajo, como en el Coliseo de Roma.
Usted eligió poner una fotografía de una mujer actual en la portada de su novela y no de Iris Versari, ¿por qué?
En primer lugar, quería que quedara claro que era una novela. Lo escribí en primera persona. Escribir en primera persona como una joven y como mujer no es fácil para mí, pero me ayudó el hecho de que crecí en una familia donde mi padre había muerto y solo estaba mi madre. Crecí con la influencia de la forma de pensar, la sensibilidad de la mujer dentro de mí.
Puse una foto de una chica que de alguna manera puede ser una chica cualquiera. Es una chica de hoy, porque la historia de Iris Versari, tan corta, de 22 años, y con ese desenlace final, con un ataúd en el que solo estaba escrita la palabra “mujer”, no es una historia que hable a las chicas de hoy.
Es una historia que tal vez nos pueda remover y sacar de la idea de que el objetivo es tener más o menos seguidores en tu Instagram.
La memoria siempre se confunde con la nostalgia. La memoria es conciencia, no es nostalgia. La memoria es conciencia y sentido crítico. Aplicada a la historia individual y colectiva, es un ejercicio muy importante para la democracia
Iris Versari es muy diferente de Donato Carretta, el protagonista del segundo libro de la trilogía. ¿Algo los conecta?
Sí, el hecho de haber sido olvidados. Siempre busco historias de personas olvidadas, no me apasionan los ganadores, no me apasionan los héroes celebrados como tales. Hace años, escribí un libro sobre un joven músico de jazz que había descubierto y que luego, afortunadamente, saltó a la fama, Luca Flores... He escrito sobre un hermano de un miembro de las Brigadas Rojas arrepentido asesinado de manera horripilante… o sobre Donato Carretta.
Busco personas a quienes pueda devolver algo en términos de respeto. Personas que han hecho grandes cosas pero que han sido olvidadas en el gran ruido de la sociedad.
Y esto es lo que los une, además de que fueron víctimas de ese tiempo terrible.
¿Sabe cuál será el próximo libro?
Todavía no, pero considero que la trilogía sobre el periodo entre 1943 y 1945 está terminada, y ahora probablemente iré con la mente a otra parte.
¿Más cerca del presente?
Para mí, como decía un poema de T.S. Eliot, el tiempo presente está contenido en el tiempo pasado. El presente ya es pasado. Desde que empezamos esta entrevista, ya somos diferentes. Me gusta fijarme en el paso del tiempo.
Lo que más me gusta desde el punto de vista literario y cinematográfico es cuando hay una ubicación fija y se ve el paso del tiempo, por ejemplo, un nuevo Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore...
¿Qué le da esperanza?
Los niños, los más jóvenes… Creo que son mucho mejores que la generación que busca frenéticamente en Instagram no sé qué. Los más jóvenes que están madurando ahora tienen códigos críticos. Y es aún más heroico porque esta sociedad tiende a aislarlos y la soledad es la condición principal de un sistema autoritario.
Los niños hacen intentos desesperados que deberían ir acompañados de espíritu público para redescubrir la dimensión de relación, de humanidad, de intercambio para evitar terminar aislados en un mundo dominado por unos pocos. La principal esperanza está en las nuevas generaciones, en que maduren una conciencia crítica hacia el presente y la expresen en formas que no sean las de la sociedad digital. En las formas que, por ejemplo, se están viendo en Estados Unidos en las grandes protestas contra Trump.