Se cumplen 80 años de la liberación de Mauthausen, un campo donde el régimen nazi desplegó sus prácticas inhumanas y al que fueron deportados más de 7.500 prisioneros españoles
Los supervivientes de Auschwitz vuelven al horror 80 años después de la liberación del campo nazi: “El odio acaba en baños de sangre”
La Gestapo detuvo a Ángel Colomina Edo en febrero de 1944, junto con otros miembros de la Resistencia francesa. Acusado de “terrorista comunista”, soportó varios interrogatorios y acabó, en abril de ese año, en el campo de concentración nazi de Mauthausen, en Austria.

“La visión de aquellas impresionantes murallas, de sus torretas y de los tendidos de alambradas eléctricas nos dio a entender en el acto que entrábamos en un lugar siniestro a más no poder”, contó el superviviente, que falleció casi 30 años después.

“Cuando pasé por las duchas, los barberos españoles se presentaron y me aconsejaron lo que debía hacer para evitar castigos y bastonazos. Gracias a ellos, me enviaron a la barraca 12, donde casi todos eran españoles, lo que representó para mí una inyección de moral inestimable”, dijo Colomina en un testimonio recogido en el libro Los cerdos del comandante.

Cuando el régimen nazi comenzó la construcción del campo en 1938, la Segunda Guerra Mundial ni siquiera había comenzado. Mauthausen fue uno de los primeros campos establecidos fuera del territorio del Reich y se convirtió en uno de los más brutales del sistema de campos de concentración.

A lo largo de los años, aproximadamente 200.000 personas fueron deportadas a Mauthausen y sus subcampos, de las cuales unas 120.000 murieron. El 5 de mayo de 1945, hace 80 años, fue liberado por el ejército estadounidense.

Entre los prisioneros hubo más de 7.500 republicanos españoles, exiliados tras la derrota de la Segunda República en la Guerra Civil. Tras cruzar la frontera francesa, muchos fueron internados en campos del sur de Francia en condiciones infrahumanas. Cuando la Alemania nazi invadió Francia en mayo de 1940, miles de estos exiliados fueron capturados y enviados a campos de prisioneros, y de allí, a Mauthausen.

Los españoles eran identificados con un triángulo azul, categorizados como apátridas, ya que ni la España franquista ni ningún otro Estado los reconoció como ciudadanos propios.


“Así, al cargar piedras sobre vagonetas, de sol a sol, al romper las más grandes a golpes de mazo, hiciera el tiempo que hiciera, con la nieve o el hielo que se enganchaba a la piel de las manos, con los arañazos inevitables de las aristas de los cantos que cortaban como cuchillos, cuando llegaba el fin de la jornada ya no podíamos más, y aún no se acababa”, contó Marcial Mayans Costa, deportado a Mauthausen en 1942, según recoge Testimoniatges i memòries (1936-1945): Una nit tan llarga.

Las condiciones eran extremas. Mauthausen estaba diseñado como un campo de “aniquilación por trabajo”. Los prisioneros eran obligados a realizar trabajos extenuantes, especialmente en la cantera de granito Wiener Graben, donde tenían que cargar bloques pesadísimos por la llamada “escalera de la muerte”, una empinada escalera de 186 peldaños.

Muchos morían por agotamiento, caídas o ejecuciones sumarias. Otros fueron asesinados en las cámaras de gas del castillo de Hartheim: 457 españoles perdieron la vida allí. A esto se suman los que murieron por enfermedades, hambre, palizas, inyecciones letales o en experimentos médicos. También hubo muertes por fusilamientos, ahorcamientos públicos y asesinatos arbitrarios.

En medio de esta barbarie, los deportados españoles demostraron organización y resistencia. Muchos eran militantes de partidos políticos y sindicatos, y su experiencia previa en la lucha antifascista fue clave para articular una red clandestina dentro del campo. Uno de los episodios más significativos fue la labor de Francesc Boix, un joven fotógrafo catalán deportado a Mauthausen que trabajaba en el laboratorio fotográfico del campo, donde se revelaban las imágenes tomadas por las SS.


En los últimos días del campo, ante la retirada caótica de las fuerzas alemanas, los propios presos, organizados en el Comité Internacional y el AMI (Aparato Militar Internacional), tomaron el control del campo entre el 2 y 3 de mayo de 1945. El 5 de mayo, las tropas estadounidenses entraron en Mauthausen, encontrando escenas dantescas. Los españoles supervivientes les recibieron con una pancarta escrita en castellano: “Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras”.



Hoy, 80 años después, el recuerdo de Mauthausen sigue siendo esencial en un contexto de crecimiento de la extrema derecha, revisionismos históricos y discursos excluyentes.

Las imágenes que acompañan este texto son un testimonio vivo de lo que ocurre cuando se deshumaniza al otro, cuando el odio se convierte en ley y cuando el mundo guarda silencio. Frente a esto, la memoria es resistencia. Y la fotografía, como herramienta documental y simbólica, tiene la responsabilidad de dar rostro a las víctimas y de preservar su historia.
