
La naturalidad es algo que en el cine es complicado de lograr. Cualquier frase suena impostada si no se atina con las palabras escritas o con la entonación adecuada. Por eso cuando aparece en pantalla una actriz que destaca por esa naturalidad tan difícil, la gente suele quedarse embobada mirándola. Es el caso de Anna Castillo. Desde que Icíar Bollaín la descubriera en El olivo, ha desplegado en pantalla algo mágico que la convierte en una imán. Su rostro, la forma de expresarse… es un agujero negro en donde caen todas las miradas.
Leer más: Anna Castillo: "Si una película no va acorde con mis valores, digo que no al proyecto”

















