
Un día cualquiera, dos escritoras caminaban cerca del Rastro de Madrid cuando vieron una caja al lado de unos cubos de basura. Se acercaron y vieron que estaba llena de recuerdos de alguna persona, así que se la llevaron a casa para indagar en esas pertenencias que en algún momento fueron importantes para alguien. Pasaron la tarde juntas, recreando la vida del dueño o la dueña de aquel contenedor de experiencias. Eran Sabina Urraca y Elisa Victoria y, tiempo después, esa anécdota le sirvió a la segunda como inspiración para un trazo de su novela Otaberra, que acaba de publicar con Blackie Books.
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