
Esther lleva muchos años ganándose la vida limpiando en grandes superficies, incluidos un tanatorio y un aeropuerto. Tras finalizar su último contrato, desde la oficina de trabajo temporal le sorprenden con la vacante a la que podría incorporarse de forma más inmediata: limpiar la casa de una actriz retirada, Catalina Muñoz, a la que no conoce. Mientras tanto, su marido se pasa el día sentado en el sofá viendo la televisión y bebiendo cerveza. Un hombre para el que la queja es su forma de subsistencia.

















